El
siglo XV se conoce como el "otoño de la Edad Media". Se produce un
cambio social y de mentalidad que llevará hasta el Renacimiento. El siguiente
vídeo lo explica, así como el origen y definición de los cancioneros, el origen
de la literatura cortesana, la temática (la fortuna, el amor y la muerte), el
amor cortés, la poesía didáctica y moral, Las danzas de la
muerte...
Pero hablemos del amor cortés...
El amor cortés (o fins’ amors) es una filosofía del amor que floreció en la Provenza francesa
(Francia occidental) a partir del siglo
XI y estuvo en boga desde la Baja Edad
Media y Renacimiento. Aunque en sus
comienzos el tono de los poemas era altamente erótico, con el paso del tiempo y la refinación de la técnica, la relación entre los dos enamorados fue transformándose en un amor puro, en un juego secreto entre una mujer y un hombre que llega a alcanzar el estado máximo de virtuosismo[1].
comienzos el tono de los poemas era altamente erótico, con el paso del tiempo y la refinación de la técnica, la relación entre los dos enamorados fue transformándose en un amor puro, en un juego secreto entre una mujer y un hombre que llega a alcanzar el estado máximo de virtuosismo[1].
Así pues, el amor cortés se basa en una
concepción platónica y mística del amor, fundamentada en la sublimación de la
dama, y que se puede resumir en los siguientes puntos:
- La amada es siempre distante, casi inalcanzable, y perfecta tanto física como moralmente (siempre es descrita como una mujer muy bella e inteligente, capaz de embaucar con una simple mirada a cualquier hombre que tenga delante), de modo que posee todas las virtudes, tanto físicas como morales, y por ello es considerada una diosa.
- En ocasiones la dama suele poner obstáculos a la relación (rechaza al amado para hacerle sufrir, es fría, indiferente, e incluso puede estar casada) y es ella la que toma a decisión de aceptar o no la amistad y el amor de su pretendiente. Así pues, es un amor libremente elegido, al contrario que el matrimonio (recordemos que éste era entonces un mero acuerdo entre familias y que se llevaba a cabo por conveniencia).
- Al tratarse en ocasiones de un amor “prohibido” (en el sentido de que suele ser un amor extramarital) el poeta oculta el objeto de su amor sustituyendo el nombre de la amada por una palabra clave (senhal) o seudónimo poético. Pero aún así y todo, en ocasiones su marido (gilós), que normalmente un noble o señor feudal, es advertido por las voces de los acusadores (lausengiers).
- Se da una total sumisión por parte del enamorado hacia la dama. De hecho, se copian las relaciones de vasallaje de la sociedad de entonces, pero aplicadas entre el hombre y la mujer: el enamorado rinde vasallaje a su señora, a la que denomina mi dons, término feudal que significa “mi señor”. Así pues, el caballero debe servir a la dama en lo que quiera (en cierto sentido, pierde la identidad).
- El estado amoroso se asocia con una especie de estado de gracia que ennoblece a quien lo practica: este amor es considerado idílico y casi místico.
- Los enamorados son siempre de condición aristocrática. Para vivir el amor cortés es necesaria la curialitas (cortesía), es decir, nobleza, educación, un trato elegante y delicado.
- El enamorado tiene que seguir unos pasos para llegar a la comunicación con su inaccesible señora, después de una progresión de estados que van desde el suplicante (fenhedor, en occitano) al amante (drut), y puede llegar incluso a tardar años en conseguir a la dama.
No tengo paz ni puedo hacer
la guerra;
temo y espero, y del ardor al hielo paso,
y vuelo para el cielo, bajo a la tierra,
nada aprieto, y a todo el mundo abrazo.
Prisión que no se cierra ni descierra,
No me detiene ni suelta el duro lazo;
entre libre y sumisa el alma errante,
no es vivo ni muerto el cuerpo lacio.
Veo sin ojos, grito en vano;
sueño morir y ayuda imploro;
a mí me odio y a otros después amo.
Me alimenta el dolor y llorando reí;
La muerte y la vida al fin deploro:
En este estado estoy, mujer, por ti.
temo y espero, y del ardor al hielo paso,
y vuelo para el cielo, bajo a la tierra,
nada aprieto, y a todo el mundo abrazo.
Prisión que no se cierra ni descierra,
No me detiene ni suelta el duro lazo;
entre libre y sumisa el alma errante,
no es vivo ni muerto el cuerpo lacio.
Veo sin ojos, grito en vano;
sueño morir y ayuda imploro;
a mí me odio y a otros después amo.
Me alimenta el dolor y llorando reí;
La muerte y la vida al fin deploro:
En este estado estoy, mujer, por ti.
En
la muerte de Laura
Sus ojos que canté amorosamente,
su cuerpo hermoso que adoré constante,
y que vivir me hiciera tan distante
de mí mismo, y huyendo de la gente,
Su cabellera de oro reluciente,
la risa de su angélico semblante
la risa de su angélico semblante
que hizo la tierra al cielo semejante,
¡poco polvo son ya que nada siente!
¡Y sin embargo vivo todavía!
A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,
surca mi nave la extensión vacía...
Aquí termine mi amoroso canto:
seca la fuente está de mi alegría,
mi lira yace convertida en llanto.
Jorge Manrique también compuso (al margen de sus archiconocidas Coplas a la muerte de mi padre) diversos poemas siguiendo la estela del amor cortés. He aquí dos como muestra:
Yo soy quien libre me
vi,
yo, quien pudiera olvidaros;
yo só el que, por amaros,
estoy, desque os conoscí,
«sin Dios, y sin vos, y mí».
Sin Dios, porque en vos adoro,
sin vos, pues no me queréis;
pues sin mí ya está de coro
que vos sois quien me tenéis.
Assí que triste nascí,
pues que pudiera olvidaros.
Yo so el que, por amaros,
estó, desque os conoscí,
sin Dios, y sin vos, y mí».
yo, quien pudiera olvidaros;
yo só el que, por amaros,
estoy, desque os conoscí,
«sin Dios, y sin vos, y mí».
Sin Dios, porque en vos adoro,
sin vos, pues no me queréis;
pues sin mí ya está de coro
que vos sois quien me tenéis.
Assí que triste nascí,
pues que pudiera olvidaros.
Yo so el que, por amaros,
estó, desque os conoscí,
sin Dios, y sin vos, y mí».
Acordaos, por Dios, señora...
Acordaos
por Dios, señora,
quánto ha que
comencé
vuestro
seruicio,
cómo vn día ni
vna hora
nunca dexo ni dexé
de tal officio.
Acordaos de mis
dolores,
acordaos de mis
tormentos
qu'e sentido,
acordaos de los
temores
y males y
pensamientos
qu'e sufrido.
Acordaos
cómo en presencia,
me hallaste
siempre firme
y muy leal,
acordaos cómo en
ausencia
nunca pude
arrepentirme
de mi mal.
Acordaos cómo
soy vuestro
sin jamás auer
pensado
ser ageno,
acordaos cómo no
muestro
el medio mal
qu'e passado
por ser bueno.
Acordaos que no
sentistes,
en mi vida vna
mudança
que hiziesse,
acordaos que no
me distes
en la vuestra
vna esperança
que biuiesse.
Acordaos de la
tristura
que siento yo
por la vuestra
que mostráys;
acordaos ya, por
mesura,
del dolor qu'en mí
se muestra
y vos negáys.
Acordaos que fuy sugeto
y soy a vuestra
belleza
con razón;
acordaos que soy
secreto,
acordaos de mi
firmeza y afición.
Acordaos de lo
que siento
quando parto y
vos quedáys
o vos partís;
acordaos cómo no
miento,
aunque vos no lo
pensáys
según dezís.
Acordaos de
los enojos
que m'aués hecho
passar
y los gemidos;
acordaos ya de
mis ojos,
que de mis males
llorar
están perdidos.
Acordaos de quánto's quiero,
acordaos de mi
desseo
y mis sospiros;
acordaos cómo si
muero
destos males que
posseo,
es por seruiros.
Acordaos
que lleuaréys
vn tal cargo
sobre vos
si me matáys,
que nunca lo
pagaréys
ant'el mundo ni ante
Dios,
aunque queráys;
y aunque yo
sufra paciente
la muerte, y de voluntad
mucho lo hecho,
no faltará algún
pariente
que dé quexa a
la'rmandad
de tal mal
hecho.
[1] La idea en la que sustentaba el amor
cortés es que la mujer hace mejor persona al enamorado, y le ayuda a cultivar virtudes como la
paciencia o el dominio de las bajas pasiones.