martes, 29 de octubre de 2013

Pío Baroja



Pío Baroja (San Sebastián, 1872-Madrid, 1956) cuenta con una extensa producción literaria, fundamentalmente narrativa.

El escritor donostiarra agrupó sus novelas en trilogías (en algún caso, tetralogías), atendiendo a la similitud de personajes, temas o paisajes, pero a veces la relación existente entre las piezas así reunidas resulta un tanto arbitraria o artificial. La titulada Tierra vasca, una de las más homogéneas, incluye La casa de Aizgorri (1900), El mayorazgo de Labraz (1903) y La leyenda de Jaun de Alzate (1922); La vida fantástica la componen Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), Camino de perfección (1902) y Paradox, rey (1906); La lucha por la vida está formada por La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora roja (1905); El pasado la integran La feria de los discretos (1905), Los últimos románticos (1906) y Las tragedias grotescas (1907); bajo el epígrafe de La raza agrupó Baroja La dama errante (1908), La ciudad de la niebla (1909) y El árbol de la ciencia (1911); Las ciudades consta de César o nada (1910), El mundo es ansí (1912) y La sensualidad pervertida (1920); El mar reúne cuatro títulos: Las inquietudes de Shanti Andía (1911), El laberinto de las sirenas (1923), Los pilotos de altura (1929) y La estrella del capitán Chimista (1930); en la serie Las agonías de nuestro tiempo entran El gran torbellino del mundo (1926), Las veleidades de la fortuna (1927) y Los amores tardíos (1927); la titulada La selva oscura encierra La familia de Errotacho (1931), El cabo de las tormentas (1932) y Los visionarios (1932); en fin, La juventud perdida incluye Las noches del Buen Retiro (1934), El cura de Monleón (1936) y Locuras de Carnaval (1937).
A todas estas series hay que sumar varias novelas «sueltas»: Susana y los cazadores de moscas (1938), Laura o la soledad sin remedio (1939), El caballero de Erlaiz (1944), El puente de las ánimas (1945), El hotel del cisne (1946), El cantor vagabundo (1950) o Las veladas del chalet gris (1951), entre otras. Asimismo debemos recordar los veintidós volúmenes de Memorias de un hombre de acción (1913-1935), que evocan la vida del conspirador y aventurero Eugenio de Aviraneta, antepasado del autor, al tiempo que nos ofrecen un acabado retrato de la España del siglo XIX, desde la guerra de la Independencia hasta la regencia de María Cristina (proyecto similar, en este sentido, a la serie de Episodios Nacionales de Pérez Galdós).
También escribió cuentos como los recogidos en Vidas sombrías (1900) o Idilios vascos (1902), más libros autobiográficos y de memorias: Juventud, egolatría (1917), Las horas solitarias (1918), Desde la última vuelta del camino (1944-1949); biografías como Aviraneta o la vida de un conspirador (1931), Juan van Halen, el oficial aventurero (1933); ensayos: El tablado de Arlequín (1917), La caverna del humorismo (1920), Divagaciones apasionadas (1924); un libro de poemas, Canciones del suburbio (1944), y algunas piezas dramáticas, entre las que se cuentan Adiós a la bohemia, Arlequín, mancebo de botica, Los pretendientes de Colombina, El horroroso crimen de Peñaranda del Campo, El nocturno del hermano Beltrán, Todo acaba bien… a veces, etc.

Pío Baroja fue ante todo novelista, un gran fabulador y contador de historias. Cultivó preferentemente una novela de acción, plena de aventuras, basada sobre todo en la peripecia exterior de los personajes, con técnicas y estructuras aprendidas en los grandes maestros europeos de la novela de folletín. El autor, que no gusta de complejidades psicológicas, no se detiene demasiado en el análisis del interior de los personajes. Se suele afirmar que sus novelas son deshilvanadas y no presentan una estructura determinada, de forma que serían susceptibles de ampliación o continuación. Todas estas características deben ser relacionadas con las teorías literarias de Baroja, que quedaron expuestas en el prólogo de La nave de los locos (1925), replica a las Ideas sobre la novela de Ortega y Gasset. Baroja concibe la novela como «un género multiforme, proteico, en formación, en fermentación», que sería además espejo de la vida. Suele recordarse su famosa definición en la que afirma que la novela es un saco en el que cabe todo, «el libro filosófico, el psicológico, la aventura, la utopía, lo épico, todo absolutamente». Lo que une esos elementos tan dispares es la presencia de un personaje central que actúa como hilo conductor de la acción. Los protagonistas barojianos son, por lo general, seres inadaptados que acaban vencidos física o moralmente. A veces estos héroes constituyen proyecciones de las ideas del autor, de sus ideas escépticas y pesimistas.

En cuanto al estilo, se ha señalado tradicionalmente cierto descuido en la forma de escribir de Pío Baroja, con frecuentes solecismos, anacolutos e incorrecciones gramaticales. Como se ha comentado, al escritor vasco le importa mucho más lo que quiere contar que la manera de contarlo, de ahí que defienda un estilo sobrio, sencillo, con predominio de frases cortas, ágiles diálogos y descripciones impresionistas. Todo esto proporciona a sus novelas un ritmo dinámico que facilita y hace amena su lectura.






Generación del 98



Tradicionalmente se conoce como Generación del 98 a un grupo de escritores, ensayistas y poetas españoles que se vieron profundamente afectados por la crisis moral, política y social de Españan, fruto de  la derrota militar en la guerra hispano-estadounidense, que conllevó la pérdida de Puerto Rico, Cuba y  Filipinas en 1898. El nombre fue propuesto por José Martínez Ruiz (Azorín) en unos artículos de 1913 (donde, por cierto, inicialmente se incluyeron más nombres de los que hoy consideramos "hombres del 98").

Sin embargo, la existencia de esta generación, no ha estado exenta de polémica: Pío Baroja y Ramiro de Maeztu negaron su existencia, si bien más tarde Pedro Salinas la afirmó, tras un minucioso análisis, en sus cursos universitarios y en un breve artículo aparecido en Revista de Occidente (diciembre de 1935). Salinas, siguiendo el concepto de «generación literaria» definido por el crítico literario alemán Julius Petersen, estableció que cumplían una serie de premisas que permitía considerarlos como tal:
  1. Proximidad entre los años de nacimiento.
  2. Formación intelectual semejante (autodidactismo principalmente)
  3. Convivencia personal.
  4. Un acontecimiento generacional que les obliga a reaccionar (en este caso, todos reaccionaron con el llamado Desastre del 98).
  5. Empleo peculiar del idioma, claramente diferenciados respecto a los de la generación precedente.
  6. Presencia de un guía (dentro de la generación tomaron como maestro a Unamuno, pero también fueron muy importantes los filósofos Schopenhauer o Nietzsche).
 Aquí tenéis un breve vídeo sobre esta generación:



Y otro bastante más largo sobre el Desastre del 98:



martes, 22 de octubre de 2013

Bestiario medieval

 "Me has preguntado sobre las tierras incógnitas del mundo y sobre la credibilidad que debe concederse al gran número de monstruos que se dice que viven en las regiones desconocidas de la tierra, en los desiertos, en las islas de los océanos y en los escondrijos de las montañas más lejanas." (Prólogo del  Liber monstrorum  anónimo del siglo VIII)
  
La presencia de monstruos y seres prodigiosos no fue algo inventado durante el Medievo, sino una herencia que se sustentaba en una amplísima tradición oral y escrita que venía desde la Antigüedad. Los monstruos que aparecen mencionados en los bestiarios medievales salieron de antiguas leyendas de los pueblos mesopotámicos, índicos, egipcios y hebreos y de sus respectivas mitologías y religiones. Y desde allí, se instalaron en el acervo cultural de occidente.
Para conocer un poco más todas algunas de esas criaturas, aquí tenéis una presentación en Prezi. Espero que os guste:

jueves, 10 de octubre de 2013

Lírica galaico portuguesa

 
La lírica galaicoportuguesa se desarrolló en la Edad Media, fundamentalmente entre los siglos XII y XIV, en galaicoportugués, la lengua primitiva de la que derivarían posteriormente el portugués y el gallego modernos. Alcanzó un prestigio tan grande, que incluso multitud de poetas de otros lugares de la Península Ibérica compusieron cantigas en esta lengua (el ejemplo más destacado es el del monarca castellano Alfonso X el Sabio, autor de las Cantigas de Santa María).
 
Sus primeras composiciones estuvieron muy influidas por la lírica provenzal, en gran medida debido al Camino de Santiago, que facilitó la entrada de la cultura francesa y en especial de la poesía trovadoresca que se daba en la Provenza (sur de Francia). Así pues, los poetas adaptaron la temática, la métrica y las convenciones propias de la poesía trovadoresca, aunque con ligeras variaciones y utilizando su lengua vernácula (algo que, por ejemplo, no sucedió en Cataluña, que utilizaron el occitano como lengua de expresión poética).

Los géneros principales son: 
-Cantigas de amor: Son poemas basados en los preceptos del amor cortés, al estilo provenzal, donde el poeta expresa el amor por su amada.
-Cantigas de amigo: En este tipo de poemas una voz femenina expresa su tristeza debido a la ausencia de su amado (=amigo).
-Cantigas de escarnio e maldecir: En ellas se vitupera a ciertos personajes a través de sátiras y burlas.

Las cantigas eran interpretadas por juglares y trovadores, quienes  eran compañados con frecuencia por mujeres bailando, llamadas soldadeiras. Las de mayor prestigio y belleza estaban adscritas a la Corte y tenían como principal oficio el de cantar y bailar ante reyes, nobles, cortesanos, recibiendo una soldada como pago a sus servicios (de ahí su nombre).  María Pérez, conocida como La Balteira, fue la más famosa y cotizada soldadeira.  

Y para terminar, aquí tenéis un pequeño vídeo sobre las cantigas y debajo, otro en el que podéis oír la interpretación de una:




El romancero


Hay infinidad de teorías sobre el origen de los romances. La más actual defiende que éstos habrían surgido de la fragmentación de las grandes epopeyas medievales o cantares de gesta: la preferencia del público por las partes más emocionantes y dramáticas de los cantares llevó a que los juglares seleccionaran algunos fragmentos, que empezaron a recitarse aislados del resto.  

Con el tiempo, estos fragmentos se transformaron en poemas independientes y recibieron el nombre de romances. Al ser más breves que los cantares de gesta, los oyentes los memorizaban con una mayor facilidad, por lo que ellos a su vez los repetían y cantaban, y así, se fueron transmitiendo oralmente de padres a hijos, de generación en generación. Con el tiempo, incluso algunos se mezclaron con otros y experimentaron una elaboración formal que consistía en numerosas variantes, muchas de ellas localizadas sobre todo al final. 

Así pues, los romances son composiciones de carácter popular que fueron en un principio difundidos oralmente por los juglares y el pueblo y que posteriormente fueron recogidos en romanceros y pliegos sueltos.

Se trata de poemas de carácter épico-lírico, es decir, poemas que nos narran brevemente una historia con una gran carga sentimental. Surgieron a partir de la segunda mitad del siglo XIV y sobre todo en el XV, unos vinculados a los temas épicos tradicionales (Mio Cid...) y otros con nuevos temas relacionados con la realidad contemporánea (romances que hablaban sobre las luchas entre musulmanes y cristianos...), pero los había incluso de historias inventadas. 

Estos romances que se remontan a los siglos XIV y XV son los más antiguos y reciben el nombre de Romancero viejo. Más tarde, durante los siglos XVI y XVII, los poetas cultos (Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Quevedo...) comenzaron a imitarlos dando lugar a denominado Romancero nuevo.

Ya hemos comentado que estos poemas pueden tener versar sobre temas diferentes. Según el tema que desarrollen, los romances suelen clasificarse en cuatro grupos: 
-de tema épico castellano (el rey don Rodrigo, los infantes de Lara, el Cid Campeador...)
-de tema épico francés (Carlomagno, Roldán, la batalla de Roncesvalles...)
-fronterizos y moriscos (narran luchas entre reinos moros y cristianos)
-novelescos y líricos (basados en temas mitológicos, históricos y de ficción, o bien expresión de sentimientos como el amor, la muerte, el dolor por la ausencia del amado, etc.)

En cuanto a la métrica, se trata de composiciones poéticas formadas por un número indefinido de versos octosílabos con rima asonante en los pares, mientras que los versos impares quedan libres.

Algunos de los recursos literarios más comunes son el uso de símbolos, las repeticiones, las enumeraciones, las antítesis, el uso de fórmulas y epítetos épicos, diálogos, finales trágicos, llamadas al oyente y sencillez sintáctica.

A través del siguiente vídeo podéis haceros una idea de la transmisión oral del romancero tradicional:



 Y si alguien quiere escuchar otro romance, el de El Conde Olinos, aquí tiene este vídeo:

 Y por último, os dejo también algunos enlacescon algunos romances que podéis leer, e incluso oír: