domingo, 25 de noviembre de 2012

"Libro del Buen Amor", de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita

Hemos aprendido que El Libro del Buen Amor (siglo XIV) es una obra que se enmarca en el mester de clerecía. Pero es una obra de la que se podría decir mucho más.
Recordemos que el hilo conductor es una autobiografía ficticia en la que Juan Ruiz se presenta como galán y expone un amplio repertorio de posibilidades amatorias (de la pastora a la gran dama, de la soltera a la casada, de la mora a la monja...), todo ello aderezado con una teoría sobre el amor, entre espiritual y carnal, y la mezcla de fábulas, moralidades, cantos a la Virgen... sin olvidarnos de la historia sobre los amores de don Melón y doña Endrina, fruto de la adpatación de una comedia latina anónima del siglo XII (el Pamphilus de amore, que había tenido mucho éxito en toda Europa).
La teoría la podéis consultar aquí:


Ahora toca ahondar un poco el la obra de Juan Ruiz, y lo vamos ha hacer através de dos fragementos adaptados. En el primero, el Arcipreste nos hace un elogio al amor a través de la voz de Paco Ibáñez:
Muchas noblezas tiene quien sirve a la mujer, 
lozano y hablador, y sincero ha de ser. 
Quien es bueno no debe a las damas temer 
que si causan pesares también os dan placer.

Amor hace sutil a quien es hombre rudo, 
convierte en elocuente al que antes era mudo, 
quien antes fue cobarde, después todo lo pudo,
 al perezoso obliga a ser presto y agudo.

Al joven lo mantiene en fuerte madurez, 
disimula en el viejo mucho de su vejez, 
hace blanco y hermoso al negro como pez:
 el Amor da prestancia a quien vale una nuez.

El babieca y el torpe, el necio y el muy pobre,
 a su amiga parece muy bueno y rico hombre, 
más buenoque los otros. Entonces todo hombre,
cuando pierda un amor, otro en seguida cobre.

Si las manzanas siempre tuvieran tal sabor
por dentro como tienen por fuera buen color, 
no habría entre las plantas fruta de tal valor. 
Se pudren en seguida. ¡Pero dan buen olor!

Así mismo es el Amor: con su palabra llena, 
cualquier cosa que diga siempre parece buena. 
No siempre es un cantar aquel ruido que suena: 
por advertiros esto, señoras, no os dé pena.

Dicen que la verdad rompe las amistades, 
pero por no decirla nacen enemistades.
Entended del proverbio las sabias claridades: 
lisonja de enemigo no guarda lealtades.



Y en el segundo que hemos seleccionado, Paco Ibáñez de nuevo pone la voz a la historia de Don Pitas Payas...
 

Haz a la dama un día la vergüenza perder
pues esto es importante, si la quieres tener,
una vez que no tiene vergüenza la mujer
hace más diabluras de las que ha menester.
Talante de mujeres ¿quién lo puede entender?
su maestría es mala, mucho su mal saber.
Cuando están encendidas y el mal quieren hacer
el alma y cuerpo y fama, todo echan a perder.
Cuando el jugador pierde la vergüenza al tablero,
si el abrigo perdiere, jugará su braguero;
cuando la cantadora lanza el cantar primero
siempre los pies le bullen, mal acaba el pandero.
Tejedor y coplera nunca tienen pies quedos,
en telar y en el baile siempre bullen los dedos;
'la mujer sin pudor, ni aun por diez Toledos
dejaría de hacer sus antojos y enredos.
No abandones tu dama, no dejes que esté quieta:
siempre requieren uso mujer, molino y huerta;
no quieren en su casa pasar días de fiesta,
no quieren el olvido; cosa probada y cierta.
Es cosa bien segura: molino andando gana,
huerta mejor labrada da la mejor manzana,
mujer muy requerida anda siempre lozana.
Con estas tres verdades no obrarás cosa vana.
Dejó uno a su mujer (te contaré la hazaña;
si la estimas en poco, cuéntame otra tamaña).
Era don Pitas Payas un pintor de Bretaña;
casó con mujer joven que amaba la compaña.
Antes del mes cumplido dijo él: -Señora mía,
a Flandes volo ir, regalos portaría
Dijo ella: -Monseñer, escoged vos el día,
mas no olvidéis la casa ni la persona mía.
Dijo don Pitas Payas. -Dueña de la hermosura,
yo volo en vuestro cuerpo pintar una figura
para que ella os impida hacer cualquier locura.
Contestó: -Monseñer, haced vuestra mesura.
Pintó bajo su ombligo un pequeño cordero
y marchó Pitas Payas cual nuevo mercadero;
estuvo allá dos años, no fue azar pasajero.
Cada mes a la dama parece un año entero.
Hacía poco tiempo que ella estaba casada,
había con su esposo hecho poca morada;
un amigo tomó y estuvo acompañada;
deshízose el cordero, ya de él no queda nada.
Cuando supo la dama que venía el pintor,
muy de prisa llamó a su nuevo amador;
dijo que le pintase cual supiera mejor,
en aquel lugar mismo un cordero menor.
Pero con la gran prisa pintó un señor carnero,
cumplido de cabeza, con todo un buen apero
Luego, al siguiente día, vino allí un mensajero:
que ya don Pitas Payas llegaría ligero.
Cuando al fin el pintor de Flandes fue venido,
su mujer, desdeñosa, fría le ha recibido:
cuando ya en su mansión con ella se ha metido
la figura que pintara no ha echado en olvido.
Dijo don Pitas Payas: -Madona, perdonad,
mostradme la figura y tengamos solaz
-Monseñer -dijo ella- vos mismo la mirad:
todo lo que quisieres hacer, hacedlo audaz.
Miró don Pitas Payas el sabido lugar
y vio aquel gran carnero con armas de prestar.
-¿Cómo, madona, es esto? ¿Cómo puede pasar
que yo pintar corder y encuentro este manjar?
Como en estas razones es siempre la mujer
sutil y mal sabida, dijo: -¿Qué, monseñer?
¿Petit corder, dos años no se ha de hacer carner?
Si no tardaseis tanto aún sería corder.
Por tanto, ten cuidado, no abandones la pieza,
no seas Pitas Payas, para otro no se cueza;
Incita a la mujer con gran delicadeza
y si promete al fin, guárdate de tibieza.


Y todo esto gracias a Javi por servir como inspiración...

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